Pervitin: Efectos secundarios (Metanfetamina de Hitler)

RAUL ESPERT 2018-02-10

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La respuesta la guarda celosamente el doctor Otto Ranke, director del Instituto General y de Defensa que desde 1939 experimentaba en secreto con la utilización militar de una droga-milagro a base de metanfetamina: la pervitina. De hecho, el Pervitín es un nuevo medicamento estimulante para combatir la fatiga y reducir el apetito, fabricado por los laboratorios Temmler desde principios de 1938. La pervitina se vende sin receta en las farmacias e incluso se publicita en la prensa en forma de bombones "para elevar el ánimo". En las Navidades de 1938, muchas amas de casa alemanas ya son, sin saberlo, adictas a la meta de chocolate relleno. En su reciente libro El gran delirio. Hitler, drogas y el Tercer Reich, el periodista e historiador hamburgués Norman Ohler ha investigado a fondo en archivos alemanes y estadounidenses y ha hecho un descubrimiento sorprendente: en los dos primeros años de la guerra los hombres de las fuerzas armadas alemanas casi no necesitaban dormir, nunca tenían hambre, podían recorrer distancias inverosímiles en un día y derrochaban optimismo y valor porque... estaban completamente drogados. Casi invencibles, cada batallón –asegura Ohler– recibía 30 millones de tabletas de Pervitín. Un informe aleatorio de la 3ª División blindada en la campaña de Polonia, solicitado por el Dr. Ranke, decía: "Euforia, aumento de la capacidad de atención, evidente mejora del rendimiento. Trabajo realizado sin problemas, manifiesto efecto estimulante y sensación de frescura. Todo el día sin descansar, ánimo excelente en la tropa: todos frescos y despabilados, máxima disciplina, leve excitación y gran dinamismo... Visión doble y cromática tras la toma de la cuarta pastilla". Muy pronto, la dura realidad de los efectos secundarios hará su aparición: ansiedad, confusión, insomnio, trastornos del carácter y comportamiento agresivo, además de alucinaciones auditivas y visuales. Ranke se ve obligado a informar negativamente. Como hoy sabe cualquier adicto a las anfetas y el cristal, el bajón del día después resulta terrible. El historiador Lukasz Kamienski escribe: "El soldado que va a la batalla con Pervitín, no puede combatir más de una jornada. Al día siguiente sufre una resaca que lo convierte en un zombi inservible para luchar y que necesitará varios días para recuperarse de los efectos secundarios. Algunos se tornan muy violentos, atacan a los civiles y se revuelven contra sus propios oficiales".

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