Cuba ha pedido a Estados Unidos que no politice el presunto ataque acústico contra la embajada norteamericana en La Habana. El jefe de la diplomacia cubana, Bruno Rodríguez, ha asegurado a su homólogo Rex Tillerson, con el que ha mantenido una reunión en Washington, que su Gobierno “nunca ha perpetrado ni perpetrará ataques de ninguna naturaleza contra diplomáticos” y que tampoco “ha permitido (...) que su territorio sea utilizado por terceros para este propósito”. Rodríguez también subrayó que siguen investigando y quieren llegar al fondo de este misterioso caso, que ha sumado aún más tensión a las relaciones entre la isla y la Administración Trump.
El enigma de los ataques acústicos salió a la luz el pasado mes de agosto, cuando se supo que una veintena de diplomáticos estadounidenses y al menos cinco canadienses sufrían extraños síntomas, desde migrañas, náuseas y ligeras lesiones cerebrales de origen traumático a pérdidas definitivas de audición. Los expertos las atribuyeron a un presunto ataque con ondas, posiblemente ultrasónicas, difundidas mediante amplificadores. Aunque otros creen que podrían ser la consecuencia de un sistema de escuchas defectuoso o mal calibrado. En cualquier caso, un misterio digno de una novela de espionaje, que trae a la memoria los más extravagantes complots de la Guerra Fría.