Kenia vota bajo el temor de que se reproduzcan los sangrientos acontecimientos de los comicios de hace diez años. Las presidenciales enfrentan al actual presidente Uhuru Kennyatta y su principal rival Raila Odinga, que en 2007 denunció un fraude electoral contra el Gobierno del que formaba parte Kennyatta que acabó con 1.100 muertos y 600.000 desplazados.
Kenyatta, que entonces era viceprimer ministro, fue llevado a la Corte Penal Internacional pero absuelto por falta de pruebas. Ahora, puede alardear de un crecimiento económico desde 2013 del cinco por ciento anual.
Por su parte, Odinga vuelve a denunciar un fraude preparado por el presidente saliente y las fuertes desigualdades en este crecimiento económico.
Los kenianos han acudido a votar masivamente. Aunque la capital Nairobi aparece desierta con los comercios cerrados y la población regresA inmediatamente a sus casas. Pese a los discursos oficiales, ninguna de las dos partes ha querido firmar un tratado de aceptación de resultados propuesto por la comunidad internacional.
En su caso, el expresidente estadounidense Barack Obama, de origen keniano, emitió un comunicado en el que pide a la población que “rechache la política de las tribus y la etnicidad, y abrace el extraordinario potencial de una democracia incluyente”.