Desde su conformación como país organizado, México vio en el control corporativo de los sindicatos, la mejor manera de defender su idea de sociedad.
Al hacer partícipes a los líderes sindicales de las empresas petroleras, eléctricas y los docentes de los beneficios de apoyar el régimen se creaba una nueva clase social: la burocracia afín al régimen.
Sin embargo, el modelo se desgastó y ya no alcanza el presupuesto gubernamental para mantener a estos miles de adeptos que se han convertido en una fuerza política defraudada y engañada.