Cotilleo adolescente: ¿Puedes dejar de cotillear?

RAUL ESPERT 2017-05-08

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El cotilleo tiene raíces ancestrales. No nos gusta sólo porque sí: la razón está en cómo vivíamos hace miles de años, cuando gran parte de nuestro éxito reproductivo dependía de nuestra habilidad para conocer las complejidades de la vida tribal, tal y como explica John Hardy, profesor de Neurociencia en la Universidad de Londres. El cotilleo era información valiosa en un entorno en el que todo el mundo se conocía: ¿esta posible pareja está libre? ¿Qué tal caza? ¿Es cierto que distingue las frutas silvestres venenosas de las que sólo producen ardor de estómago? ¿Esa cabra es suya?
Robin Dunbar iba más allá en Grooming, Gossip and the Evolution of Language. Este autor recuerda que los primates se asean unos a otros: básicamente se buscan insectos entre el pelo para contribuir a una dieta lo suficientemente alta en proteínas y como modo de establecer un contacto físico agradable. En los humanos y con la aparición del lenguaje y de unos grupos sociales más amplios, este aseo físico se sustituye por un “aseo social”: el lenguaje y en especial el cotilleo, que ayudan a reforzar los lazos colectivos.

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