Policías israelíes han sacado de sus casas uno por uno a los colonos que se oponían al desalojo del asentamiento de Amoná, en Cisjordania. Como se construyó en una propiedad privada palestina, la Justicia israelí lo considera ilegal y ordenó su destrucción. Eso fue hace tres años, pero las maniobras del Ejecutivo de Benjamin Netanyahu lograron retrasar esa orden de ejecución hasta el miércoles.

Durante dos días, las fuerzas del orden israelíes han tenido que hacer frente a una lluvia de piedras, líquidos corrosivos e insultos de los alrededos de 300 colonos que vivían en Amoná y de un número varias veces mayor de simpatizantes, la mayoría adolescentes, que habían acudido a la zona para apoyarles. Las refriegas han dejado decenas de heridos leves, la mayoría agentes.

Los últimos colonos se habían atrincherado en una sinagoga, ese edificio de color rojo… El gobierno busca un lugar para realojarlos.

El desalojo de Amoná estuvo precedido por el anuncio de la construcción de 3.000 nuevas viviendas judías en Cisjordania, 6.000 en los últimos 12 días.