Rusia expande su influencia en el Ártico. Lo hace llevando a cabo importantes inversiones, construyendo una nueva generación de rompehielos portamisiles y abriendo nuevas bases en la que es su mayor presencia militar en la zona desde la caída de la Unión Soviética.
Una actuación, que, además de poseer un carácter militar, responde especialmente a intereses económicos.
“Debido al calentamiento global, la ruta del Mar del Norte será penetrable en el futuro sin rompehielos durante todo el año. Es el camino más corto desde China, Japón y otras grandes economías asiáticas hacia Europa. Así que Rusia está reconstruyendo esta ruta tanto sobre el plan aéreo así como de navegación marítima y de seguridad militar”, señala el experto Viktor Murakhovskiy.
Cerca de un 40 %de las reservas de petróleo del Ártico están en territorio ruso.
El Gobierno está creando nuevos rompehielos atómicos que sustituirán a los buques anticuados de construcción soviética y que, según algunos analistas, garantizarán la presencia permanente de los militares rusos en la región.
En 2013, una protesta de Greenpeace contra la producción petrolera en el Ártico ruso acabó con la detención de una treintena de tripulantes del buque Arctic Sunrise.