El vacío institucional en el Líbano se eternizó durante dos años y medio. El 23 de abril de 2014, el Parlamento no consigue elegir a un presidente de la república para remplazar a Michel Suleiman, cuyo mandato finalizaba el 25 de mayo.
El entonces candidato, el maronita Samir Geagea no obtuvo las dos terceras partes de los escaños exigidos. Según el sistema de reparto de poder entre las comunidades, el presidente de la república debe ser cristiano maronita; el presidente del Parlamento chií y el primer ministro suní.
El Parlamento libanés intentó en 45 ocasiones alcanzar el quorum de los dos tercios necesarios para organizar el voto, es decir, 86 de los 128 diputados sin éxito. En cada una de las votaciones, los 20 miembros del bloque parlamentario de Aoun y los 13 de Hizbulá boicotearon las sesiones.
El país se hundió en una grave crisis política. La parálisis institucional resultante derivó en crisis de gestión de los servicios de base, como las basuras, que se acumulan desde el pasado marzo aumentando el descontento de la población.
La situación comenzó a desbloquearse en enero, cuando Samir Geagea, también maronita y rival de Aoun le ofreció su apoyo. Pero lo que facilitó realmente la posibilidad de salir del impás fue la decisión de Saad Hariri, anunciada el 20 de octubre, de apoyar a Aoun. Hariri es el líder de las fuerzas antisirias 14 de marzo y miembro de la comunidad suní apoyado por Arabia Saudí.
En el campo político opuesto, el líder chií Hasán Nasralá, número uno del potente Hizbulá pro Asad y pro iraní también dio su visto bueno a Aoun tres días después.
Pero, ¿qué campo ha ganado al aceptar la candidatura de Aoun? Este es el análisis de Nabil Boumensef, del periódico An-Nahar.
Nabil Boumonsef:
“El Líbano ya no es una prioridad para Arabia Saudí, y Arabia Saudí ya no apoya a sus aliados en el Líbano, lo que ha conducido al debilitamiento de su principal aliado en el país, el exprimer ministro Hariri.”
Todos los analistas coinciden en que la verdadera prueba para el Líbano vendrá ahora, tras la elección del presidente, que al fin y al cabo cuenta con poderes debilitados. Será la rapidez a la hora de formar un nuevo Gobierno lo que indicará verdaderamente el final del “statu quo”.