El café de cápsula ha sido objeto de controversia por su sabor y su impacto ecológico, y ninguna opción de porción única ha sido más polémica que las famosas K-Cups de Keurig.
Por un lado está la conveniencia: insertar una cápsula, apretar un botón y segundos más tarde puede disfrutar de su café caliente. Por otro, sin embargo, hay interrogantes en torno a la frescura, la poca capacidad de reciclaje de las cápsulas y, sobre todo en el caso de Keurig, el uso de patentes y DRM para obligar a los consumidores a usar una sola marca.