Imagina dos amigos, Pedro y Juan, que se van a ver un partido de fútbol y tomar unas cervezas; ambos beben el mismo número de cervezas y sufren una intoxicación etílica con niveles de alcoholemia igualmente elevados. Ambos deciden coger el coche para volver a casa y ambos se duermen al volante, pierden el control del coche y se salen de la carretera. Pedro se sale de la carretera y se golpea contra un árbol. Juan se sale de la carretera, atropella a una chica que iba por la acera y la mata. ¿Debería la diferencia accidental de que en un caso uno se encuentre con un árbol y otro con una chica hacer que la valoración moral sea diferente? Esto es lo que los filósofos llaman el problema de la suerte moral y lleva décadas dando vueltas por ahí desde que Bernard Williams y Thomas Nagel lo formularan. Según las leyes de diferentes países el resultado sería probablemente que a Pedro le caería una multa y le retirarían el carnet mientras que Juan acabaría en la cárcel. Por un lado, no parece que sea justo castigar más a Juan cuando ha realizado exactamente la misma conducta que Pedro. Pero, por otro lado, parece también injusto meter en la cárcel a Pedro cuando lo único que ha hecho es conducir ebrio o dejar libre a Juan con una multa cuando ha matado a una persona. Este dilema desafía una intuición profunda en cuestiones morales que es que la valoración moral de un acto no debería depender de la suerte. A esta intuición se le suele llamar principio de control y dice que sólo es moralmente justo evaluar a una persona por factores que están bajo su control. El resultado del ejemplo que hemos puesto se debe a la suerte, no está bajo el control ni de Pedro ni de Juan y no debería influir en nuestra valoración del acto. Sin embargo, lo hace. Los psicólogos que he mencionado dicen que este dilema se debe al conflicto entre dos procesos psicológicos de juicio moral que dan respuestas diferentes al mismo problema. Uno de los sistemas se dispara por la presencia de un daño y condena al individuo responsable más o menos en proporción al daño y el otro sistema analiza los estados mentales de las personas implicadas, sus intenciones, y condena a los individuos cuyas acciones de manera previsible conducen a un daño y exculpa a los individuos que causan un daño que no podían haber previsto. Estos sistemas producen resultados contradictorios en caso de daño accidental: el sistema basado en el resultado se dispara por el daño y da una valoración moral negativa, mientras que el sistema que analiza el estado mental da una valoración positiva porque no había intención de hacer daño. Una fuente de evidencia de que existen dos procesos psicológicos distintos (podríamos decir dos módulos que se disparan por estímulos diferentes y dan su propia respuesta) viene de estudios de desarrollo moral en niños. Los niños pequeños condenas las acciones en las que hay daño, es decir, no se fijan en intenciones.