A mediados del siglo XIX se construye en Chicago una red de saneamiento. El agua de lluvia y desagües que circulaba superficialmente, se congelaba en invierno y se secaba en verano, pero en primavera, convertía las calles en un barrizal. Las epidemias y la falta de higiene amenazaban a la población, culminando con una fuerte epidemia de cólera en 1854. Esta tarea, resulta complicada, especialmente en una ciudad como Chicago cuyo subsuelo, cercano al lago Michigan, obliga a soluciones constructivas especiales. Además, las casas de Chicago estaban construidas directamente sobre el terreno, a una altura de medio metro sobre el nivel del Lago Michigan, donde desaguaría la red. Esto supondría un grave problema geométrico, ya que no sería posible conducir la red. Entonces el ingeniero encargado de esta obra decide que la solución más factible sería la de elevar el nivel de las calles y aceras para que los colectores alcanzasen la inclinación necesaria. El problema de esta solución era la de mover así mismo los edificios, de manera que fueran accesibles desde la calle. Por otra parte el crecimiento de la ciudad se había incrementado de manera exponencial, desde 1833 (fecha de su fundación), pasando de apenas 200 habitantes a 110.000 en 1860.
Aunque al principio se buscase inclinar las calles para facilitar la circulación del agua hacia el río, se trataba de una solución pobre, que no funcionó. Luego se colocaron canalones construidos con tabla, como acequias superficiales, que se pudrían debido a la humedad retenida en el terreno, o se atascaban consecuencia de la falta de mantenimiento. La solución nació del propio ayuntamiento, en la figura del ingeniero Ellis Sylvester Chesbrough, quien hará cuatro propuestas diferentes para el alcantarillado de la ciudad. Para el diseño de su sistema de alcantarillado, se basó en el de otras ciudades como Londres y París. Aunque en ambos casos el vertido de las aguas residuales se hacía sobre los ríos de los que se tomaba el agua, se tenía la precaución de realizarlo aguas abajo, con las medidas higiénicas disponibles. En Chicago sin embargo, no se podía tomar las aguas del río Chicago, ya que este estaba muy contaminado, así que se cambia al Lago Michigan.