La ciudad japonesa conmemora el 70 aniversario del ataque atómico lanzado por Estados Unidos, el segundo de la historia después de Hiroshima y que forzó la capitulación nipona al final de la II Guerra Mundial.
Un año más, la llamada “Campana de la Paz” ha repicado en honor a las víctimas del ataque: 74.000 personas murieron al instante y otras miles murieron más tarde a causa de la radiación.
El primer ministro japonés, Shinzo Abe, ha participado en la ceremonia donde ha prometido que Japón “seguirá adhiriéndose a los principios de
no producir, utilizar ni transportar armas nucleares”.
Abe está en el punto de mira por la reinterpretación del artículo pacifista de la Constitución promovida por su Gobierno, que permitirá a las tropas niponas operar en el extranjero y defender a aliados en caso de ataque.
Una iniciativa que genera el rechazo creciente de la población de Japón; el único país del mundo que ha experimentado los horrores de un ataque nuclear.
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