Atenas, 15 jul (EFE) (Imágenes: Gerard de Josep).-El día que el Parlamento griego tiene que aprobar el primer paquete de medidas impuesto por los socios como condición para reiniciar las negociaciones sobre el tercer programa de rescate, el Gobierno del izquierdista Syriza afronta quejas, huelgas y movilizaciones que le exigen que acabe con la austeridad.
"Es un acuerdo difícil y solo el tiempo dirá si es sostenible", reconoció hoy en la comisión parlamentaria sobre las reformas el ministro de Finanzas, Euclides Tsakalotos, revelando que se trata de un paquete, sobre todo controvertido en el seno de su partido.
El primer ministro, Alexis Tsipras, admitió ayer que no cree en el texto que se va a firmar, pero que no tenía la "intención" de eludir sus responsabilidades, por lo que tratará igualmente de poner en práctica su "proyecto político en profundidad" los próximos cuatro años.
Una postura que en muchos casos no se entiende desde la calle, como es el caso de Ioanna, una desempleada de 55 años que participó hoy en la concentración convocada por la confederación de sindicatos del sector público (Adedy), en una movilización que acompañó la primera huelga de 24 horas organizada por empleados del sector público en esta legislatura.
"Tsipras es un gobernante de izquierdas, pero si de verdad lo es, lo que tiene que hacer es escuchar la voz del pueblo, que en el referéndum del 5 de julio dijo 'no' con un 62 % de los votos a las medidas de los acreedores", aseguró Ioanna a Efe.
Con este mismo argumento, Adedy llamó a sus afiliados a convocar asambleas generales y les instó a ocupar los edificios públicos en señal de protesta.
Pero aunque habían anunciado que se adherirían funcionarios de la administración local y personal hospitalario, la huelga del sector público contó más bien con poco apoyo.
"Por primera vez en mi vida, me niego participar en una huelga de Adedy", aseguró Amalia a Efe, una trabajadora social de 54 años.
La voz de Amalia responde a aquellos que, como ha venido argumentando Tsipras, creen que había solo dos opciones, la de firmar el acuerdo que permita abrir los bancos una vez que el Banco Central Europeo inyecte otra vez efectivo en la banca helena, o la quiebra definitiva del país.
"Esto es lo que queremos", gritaba un hombre en la concentración enseñando la fotocopia de un billete en el que se podía leer "nuevo dracma", en referencia a la voluntad de abandonar la moneda comunitaria.
Tsipras volvió a sostener ayer que su Gobierno no se plantea ese escenario, aunque fuera incluso sugerido por el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, porque Grecia no tiene reservas de divisas para apoyar el retorno a la moneda nacional.
Pero Kostas, un estudiante de Química de 25 años, cree que hacer ese camino sí es posible, y defiende que depende solo de los movimientos que lleve a cabo tanto el Gobierno como el pueblo una vez tomada la decisión.
"Si nos quedamos de brazos cruzados es evident