“Casi todos los días siento como si me exprimieran limón en los ojos”, dice Paula, una estudiante del primero de media del colegio particular Arturo Padilla, ubicado en plena zona industrial de Ventanilla, cerca del asentamiento humano Virgen de Guadalupe. El plomo esparcido en el aire en niveles tóxicos, generado por la actividad de varias empresas fundidoras de ese metal pesado que operan en el área, sería la causa de ese ardor.