Nació en el barrio Cayo Hueso de La Habana el lunes 10 de enero de 1921. Descendiente de una prosapia musical sin par. Por ejemplo, su hermano mayor Alfredo, fue cantante del Septeto Nacional y de la Sonora Matancera; dos de sus hermanos, Marcelino y Oscar, fueron figuras descollantes en el mundo de la percusión. Vicentico, como cariñosamente le llamaban en su casa, se acopló desde el principio al entorno musical de la familia y muy temprano resolvió dedicarse al canto. Con la recomendación de su hermano Alfredo, a sus 16 años, en 1937 fungió como cantante en el Segundo Septeto Nacional por corta temporada.
El auge de la radiodifusión en la década del treinta, nucleó auténticos ídolos de la canción. Empezando por La Única, Rita Montaner, y complementando con el Trío Matamoros venidos del oriente cubano. El danzonete, ritmo en boga creado por el músico matancero Aniceto Díaz en 1929, tuvo su adalid en la voz de Paulina Álvarez, tan popular como el mojito cubano. La nombraban como La Emperatriz del Danzonete, y de ella los artistas novatos aprendían una enormidad. Con coquetería y señorío, cantaba, acompañándose con las claves habaneras. Celia Cruz narraba que en sus comienzos, se regodeaba imitándola.
Entre 1938 y 1940 tres de los hermanos Valdés, Alfredo, Vicente y Oscar, aparecieron sucesivamente como vocalistas de la Orquesta de Cheo Belén Puig, una agrupación del tipo de las charangas francesas, cuando quedó huérfana de cantante solista al morir en 1936, el artista matancero Pablo Quevedo. Este cantante que era señalado con el apelativo de El Divo de la Voz de Cristal, fue en su época el ídolo de las multitudes. Para la posteridad y por desgracia, nunca plasmó su voz en el acetato y así nos privamos de apreciar las calidades que decían tenía su voz. También para su infortunio y en plena edad de máxima actividad farandulera, frisando los 28 años, la tuberculosis, esa enfermedad traicionera y endémica de aquel tiempo, lo incluyó entre sus víctimas. Su deceso fue una tragedia para sus admiradores y su sepelio fue grandioso.
Vicentico Valdés, se allegó luego a la Orquesta Cosmopolita, agrupación tipo jazz-band, fundada en 1938 por el reputado saxofonista Vicente Viana, Este músico en plena juventud y por amor según se afirma, recurrió al suicidio, para cercenar de manera definitiva una pena amorosa. La batuta de la orquesta fue enarbolada entonces por el excelente músico Humberto Suárez. Durante las décadas del cuarenta y el cincuenta fue catalogada como la mejor orquesta acompañante de la radio y los teatros. Por 20 años consecutivos, se desempeñó como la agrupación adjunta de los espectáculos realizados en el acogedor Teatro América. Le quedaba tiempo además, para engalanar con su música las ondas hertzianas de la COCO, la CMCK, y muchos bailes de la Habana rumbera. En 1943, la Cosmopolita y Vicentico eran las estrellas que rutilaban en el programa Ritmos Criollos, de la RHC Cadena Azul. Esta emisora se recuerda en las estadísticas, como la primera en América Latina que se desempeñó como una cadena radial, intercomunicada vía telefónica.