Como los puros o el ron, los coches clásicos son uno de los objetos más identificativos e icónicos de Cuba. Automóviles estadounidenses de la década de los 50 que, tras la revolución y con el paso de los años, han pasado de coche de la época a joyas sobre ruedas.
Con el fin de la guerra fría entre la isla y sus vecinos del norte y la progresiva llegada de la liberalización de la economía cubana, está por ver que será de estos vehículos, que, para gente como Julio, propietario de un taller especializado, son su pan de cada día.
“Lo que puede pasar en Cuba, a mi modo de ver, es que cuando los carros modernos
inunden las calles cubanas, existirán apasionados como yo que quieran conservar sus coches clásicos”, nos cuenta Julio.
Las piezas de recambio de estos coches son cada vez más difíciles de encontrar, lo que unido a la llegada de la competencia podría suponer su fin sobre el asfalto.
“Yo soy optimista”, dice no obstante Julio. “Creo en los cambios que está habiendo en Cuba”.