San Andrés de Pisimbalá (Colombia), 21 mar (EFE), (Imagen: Cynthia de Benito).- Para poder vivir en alguno de los 688 municipios de Colombia asolados por las minas antipersona y otros explosivos es fundamental aprender a mirar el suelo, norma que centenares de campesinos han asimilado en su día a día.
"Las minas cambian bastantísimo la vida de la comunidad. Nosotros antes podíamos caminar de noche, ya no lo hacemos. Las fiestas patronales ya no se hacen por miedo. Hay un temor generalizado a que en cualquier momento suceda algo y la gente ya no tiene tranquilidad", dijo a Efe "Javier", habitante de San Andrés de Pisimbalá, en el departamento del Cauca (suroeste).
"Javier" se abstiene de dar su nombre verdadero porque en su pueblo hay cierta resistencia a reconocer que en octubre y noviembre se encontraron artefactos explosivos a escasos metros de un parque infantil.
El área poblada de San Andrés está en una zona montañosa. Con pocas calles de tierra, con casas bajas y muchos caminos secundarios que sus vecinos ya no recorren, en parte porque saben que son peligrosos.
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