Está en un momento dulce en el clima político francés, fuera de sus fronteras pasa frío.
Encara su congreso en Lyón con la intención de abrirse a las fuerzas europeas extranjeras de la misma sensibilidad tras el fracaso en el Parlamento Europeo, donde no consiguió junto a sus aliados de extrema derecha holandeses, austriacos, italianos y belgas sumar el número necesario de nacionalidades para formar un grupo parlamentario.
“En el extranjero la gente solo cree lo que oye y tienen una visión de nosotros que no se corresponde con la realidad”, explicaba Marine Le Pen, su líder, a euronews. “Es la razón por la que es muy importante que nos podamos acoger entre nosotros, que podamos constituir, no ya ese grupo al que no tenemos acceso, al menos una coordinación de partidos patriotas que defienden las mismas ideas que nosotros”.
Para ello ha invitado a delegados de estas fuerzas a la ciudad del Ródano. Mientras que el UKIP británico, que les acusaba de racistas, fue su mayor rechazo en el Europarlamento, el Frente Nacional también rechazó a otros partidos, como a los extremistas polacos.