Durante las décadas del ’40 y ’50, la TEC se usó “en seco”, es decir, sin un relajante, lo que llegaba a producir fracturas por la tensión de los músculos. En los ’40, los psiquiatras empezaron a experimentar con curare (el veneno paralizante usado por ciertos aborígenes sudamericanos), hasta que en 1951 se inventó un relajante sintético de manejo más simple. Pero probablemente uno de los casos que más daño hizo a la ya débil reputación de la TEC fue la “investigación” que llevó adelante Ewen Cameron, quien era por entonces uno de los presidentes de la Asociación Psiquiátrica Mundial. Cameron, que había formado parte del tribunal médico que actuó en el Juicio de Nüremberg a los nazis, logró atraer el interés de la CIA por su investigación que tenía el peregrino objetivo de hacer tabula rasa en la mente del paciente para reconstruirla a gusto, algo que a los ojos de la agencia estadounidense resultaba ideal para aplicar a opositores y a prisioneros con información vital.