No es un secreto que la credibilidad de la Federación Internacional de Fútbol Asociado, Fifa, está por el suelo en el actual Mundial. Ya se ha dicho en múltiples espacios que la entidad todo lo tiene direccionado para que Brasil sea el campeón del torneo. Y que a ello se debe la parcialidad demostrada, en favor de los cariocas, por el árbitro español Carlos Velasco Carvallo, quien anuló un gol legítimo marcado por el colombiano Mario Alberto Yespes y señaló una falta inexistente de la que se derivó el segundo gol brasileño, anotado por David Luiz. Y para constatar estas denuncias, la Fifa corrió, tan pronto terminó el partido del viernes en la tarde, a felicitar al árbitro. Con razón, en el programa De Zurda, por Telesur Diego Armando Maradona y Víctor Hugo Morales formularon serias críticas.
En otras oportunidades, Maradona ha cuestionado el poder de la Fifa y ha denunciado sus actos irregulares. La entidad regentada por Joseph Blatter le respondió con otro acto arbitrario, la censura, le arrebató su acreditación de periodista en el Mundial. Maradona sostuvo también que el sesgo del árbitro impuesto por la Fifa en el partido Brasil-Colombia se vio cuando les perdonó tarjetas rojas al portero Julio César y al volante Hulk.
Pero las denuncias contra la Fifa van más allá de sus preferencias por las potencias, como en este caso lo es Brasil. Se denuncia la imposición que hace a los estados sedes de sus torneos en materia de presupuestos y que sus reglamentos se constituyen en normas supranacionales, que violan la soberanía nacional de los países sedes. Y, además, que de las inversiones de los gobiernos, poco queda para los pueblos y muchos para las multinacionales que patrocinan el torneo. En el caso del Brasil, el gobierno de Dilma Rousseff invirtió casi doce mil millones de dólares, lo cual desató la ira del pueblo brasileño que la Fifa estaría intentando no recrudecer garantizando que Brasil sea el campeón.