Entre los cientos de miles de sirios que han tenido que abandonar su país en los últimos años como consecuencia de la guerra civil, se encuentran muchos artistas. Rabee Kiwan es uno de ellos.
Kiwan vive actualmente en el Líbano. En su modesto apartamento de Beirut trabaja en su último proyecto.
Su técnica es muy simple: una botella de plástico, movimientos rápidos y mucha creatividad.
“Antes de la guerra trabajaba sobre temas más generales, sobre los problemas sociales, psicológicos, sobre los problemas de la gente, en general, explica Rabee Kiwan. Ahora mi trabajo es más específico, algunas veces está relacionado directamente con lo que ocurre y otras veces es consecuencia de ello. Trabajo pensando en la gente y en la situación que estamos viviendo”.
Fadi al Hamwi, original de Damasco, también vive en Beirut.
En su trabajo se reflejan hoy los recuerdos de aquellas largas noches vividas en su estudio de la capital siria mientras en las calles el conflicto se recrudecía.
“Ahora sentado en un lugar seguro, haciendo lo que me gusta, leyendo, escribiendo, no puedo olvidar aquel ruido que era simplemente el de la gente muriendo en alguna parte. De repente, te encuentras en una situación en la que sabes que la gente muere muy cerca de tu casa pero no puedes hacer nada”, explica Fadi al-Hamwi.
Raghad Mardini también es siria. En 2012 decidió crear “ARA”, una residencia para artistas en el Líbano. Su objetivo: ayudarlos tras su llegada al país vecino y ofrecerles un lugar seguro para trabajar.
“Cuando llegan desde Siria están muy cansados, exhaustos. Son muy pesimistas y están deprimidos, no pueden pensar en el futuro. Todo lo que sienten es miedo, desesperación y dolor y eso nos ocurre a todos”, asegura Mardini.
Sami Daoud es crítico de arte sirio y director de una galería. Vive en el Kurdistán iraquí. Daoud ha sido invitado para ofrecer en Beirut una serie de conferencias en la Universidad sobre guerra y expresión. Para Daoud, los artistas sirios juegan un papel muy importante en el futuro de su país.
“Las políticas que interfieren en la situación en Siria adoran la violencia, transforman la violencia en algo sagrado. La violencia se convierte en un Dios. Y cuando la violencia se convierte en un Dios, volvemos a la etapa primitiva del ser humano, a la barbarie de la sociedad”, asegura Daoud.
“Defendemos el arte en todas sus formas: fotografía, escultura, música, poesía… para preservar la tendencia humana en la sociedad, para preservar la semilla humana, ya que eso nos permitirá en el futuro volver a construir una sociedad civil”, añade.
Para muchos artistas sirios la relación que existe entre el arte y la guerra es una paradoja ya que desde el principio del conflicto el interés por sus obras en galerías de todo el mundo no ha dejado de aumentar.