Bienvenidos a Goerlitz, un pueblo alemán con mucha suerte.
Todos los años, le caen del cielo medio millón de euros, casi literalmente.
Desde 1995, un filántropo anónimo envía al ayuntamiento ese montante, al principio, un millón de marcos.
Con dos condiciones: que no se desvele su identidad y que el dinero se emplee para el mantenimiento de la parte antigua.
“Cada primavera recibimos una transferencia de 500.000 euros. Un consejo de cinco personas decide cómo repartir el dinero entre los dueños de los edificios”, explica el jefe del departamento de arquitectura del municipio.
Tanto las instituciones locales como los particulares pueden solicitar una parte. Desde 1996 a 2013 se recibieron más de 1400 peticiones.
Los proyectos rechazados un año pasan a tener prioridad el siguiente.
“Creo que el donante es una gran persona”, dice esta mujer. “Lo que ha hecho es increíble. Le agradezco mucho que done dinero para monumentos y edificios. No sé quién podrá ser”.
Los 60.000 habitantes de esta localidad en la frontera con Polonia y la República Checa no saben a quién agradecerle tanta generosidad. Pero, ¿a quién le importa?