La pena de muerte en Estados Unidos levanta polémica una vez más por las condiciones en que se producen las ejecuciones.

En Oklahoma, un condenado a muerte por injección letal agonizó durante más de 40 minutos antes de morir en la noche del martes, al parecer por un fallo en el nuevo cócktel de medicamentos que le fue administrado y que no había sido testado antes.

“A las seis y treinta y nueve aún agitaba los hombros y la cabeza, los sacaba de la camilla, haciendo muecas. Además parecía sufrir”, explicaban testigos de la prensa local.

Antes de morir, tanto Clayton Lockett como el otro condenado de la noche (cuya ejecución ha sido aplazada) habían pedido información repetidamente sobre los nuevos medicamentos

No en vano, en enero,en Ohio, Dennis McGuire murió entre jadeos y ahogos 25 minutos después de ser injectado con otro cocktel experimental.

En 2011, el único laboratorio estadounidense que fabricaba el anestésico utilizado en las ejecuciones paró su producción. Los estados comenzaron a emplear otro producto, el pentobarbital, fabricado en Dinamarca y usado para la eutanasia animal pero el productor acabó cediendo a la presión y rechazó continuar con la venta.

La negativa de las farmacéuticas a cooperar con los estados que aplican la pena capital está provocando una escasez de fármacos que obliga a las autoridades a recurrir a sus propios combinados, lo cual está suscitando un amplio debate en el país.

Estados Unidos es el quinto país del mundo que más aplica la pena de muerte, solo por detrás de China, Irán, Irak y Arabia Saudí.