Entre crisis y crisis, los italianos han perdido la confianza en la clase política. La dimisión de Enrico Letta no ha sido ninguna sorpresa y Renzi se convertirá en el tercer primer ministro que llega al gobierno sin ganar unas elecciones.
“Es una mala idea”, considera Giuseppe, un ciudadano romano. “Nada va a cambiar, porque en el fondo siguen siendo los mismos de siempre. ¿Qué programa tiene Renzi? Nadie sabe cuáles son sus políticas. ¿Qué va a hacer cuándo llegue al gobierno. Ya nos han quitado el dinero, pero ahora quieren más”.
“No tenemos ninguna alternativa”, añade Alberto. “Ni queremos a Renzi ni queremos a ningún otro”.
“A la clase política le falta madurez”, sostiene otra mujer. “En todos los niveles. Si los políticos estuvieran a la altura no provocarían esta ansiedad ni esta destrucción”.
“Otra vez los mismos juegos de poder”, se lamenta Giovanni. “Pero esta vez se trata del partido al que he votado durante años”
“¿Entonces cree que Letta era mejor opción?”, pregunta la periodista. “No, pero esta no es manera de cambiar un gobierno, concluye.
Según los analistas, el futuro es incierto. Y el futuro ejecutivo nacerá, seguramente, con los mismos problemas que aquejan al gabinete de Letta.