No bombardeen Buenos Aires, no nos podemos defender. Los pibes de mi barrio se escondieron en los caños, espían al cielo, usan cascos, curten mambos, escuchando a Clash. Estoy temiendo al rubio ahora, no se a quién temeré después. Terror y desconfianza por los juegos, por las transas, por las canas, por las panzas, por las ansias, por las rancias, cunas de poder, cunas de poder. Si querés escucharé a la B.B.C. aunque quieras que lo hagamos de noche y si quieres darme un beso alguna vez es posible que me suba a tu coche. Pero no bombardeen Busnos Aires. No quiero el mundo de Cinzano, no tengo que perder la fe, quiero treparte pero no pasa nada, ni siquiera puedo comerme un bife y sentirme bien.
Los ghurkas siguen avanzando, los viejos siguen en T.V., los jefes de los chicos toman whisky con los ricos mientras los obreros hacen masa en la Plaza como aquella vez, como aquella vez.